miércoles, 22 de febrero de 2012

Jouer


A veces me gustaría aprender de otra manera. 
Sólo sé que pienso en nosotros. Y quedo yo.


viernes, 17 de febrero de 2012


"Siempre me siento feliz, ¿sabes por qué? Porque no espero nada de nadie, esperar siempre duele. Los problemas no son eternos, siempre tienen solución. Lo único que no se resuelve es la muerte. La vida es corta, por eso ámala. Sé feliz intensamente. Antes de hablar escucha. Antes de escribir piensa. Antes de herir, siente. Antes de rendirte, intenta. Antes de morir, ¡Vive!"

William Shakespeare

jueves, 16 de febrero de 2012

Cuando amanece

Hay una escena en la película Bon Appétite que nunca me cansaré de ver. Él y ella cenan juntos, hay risas, complicidad... se despiden. Ella se queda en casa y él se marcha a la suya. Nada más separarse se llaman y hablan el resto de la noche. Ella se tumba en la cama y él recorre la ciudad sin rumbo. Cuando está amaneciendo llega a un mirador. Zúrich aún duerme bajo la nieve. Se queda mirando y ella le pregunta. Sólo sale vaho de la boca. Está en silencio porque la imagen es tan perfecta que hablar la estropearía...

Todo cambia y todo vuelve. Y esos momentos que no son ni día ni noche, ni oscuridad ni luz, son dulces, intensos, a veces determinantes. Pocas veces encontrarás ese silencio. Pocas vences tendrás esa oportunidad de apartar el ruido que todo lo ocupa y podrás pensar o dejar de hacerlo por un momento sin sentir nada más que paz. Cuando es tan temprano que, aun en verano, el frío se te mete hasta las entrañas y la luz es azulada y muy muy clara. Pocas veces podrás ver la ciudad quieta como si el extraño fueras tú delante de una obra a punto de empezar.

Tengo buenos recuerdos a lo largo de los años de amaneceres imborrables. De risas congeladas cuando comienza el intermedio de noches. Recuerdos de zapatos en la mano, de vueltas a casa despeinada, de conversaciones cortadas por la luz. Amaneceres de chaquetas hasta arriba, persianas bajadas, de mensajes de buenos días.  

La noche engaña, embelesa y demoniza. Es terca y sutil. Es drama y pasión. Ceguera, amor, confusión. Y tiene fin. Y vuelve como lo hace el día. Es en ese momento en el que nada está definido, cuando todo es más claro. Esos pocos minutos de calma, de reflexión, de luz azul.