Solo hay una cosa mejor que improvisar...que alguien se atreva a hacerlo contigo. Y allí nos fuimos, un diciembre helador, a Berlin. Los dos, a casa de una alemana cada vez más española. Se trataba de vivir el fin de año de forma diferente. Para él era la primera vez en Berlín y para mí...para mi ya era una ciudad de experiencias y recuerdos, de reencuentro permanente. Parte del pasado y de un futuro cercano.
Berlín bajo cero invita a cafetear por el día y a "heladear" por la noche... y así, con el chocolate más caliente del Starbucks de la Puerta de Brandemburgo saltamos al Tiergarten, Postdammer Platz, el Muro, Alexanderplatz... y lo vimos todo. O todo lo que pudimos por un frío que nos salió caro entre chocolates calentitos y los Kuchen recién hechos que nos recordaron que a pesar de no sentir los dedos, seguíamos vivos.
Noches de confidencias, risas, películas y el mejor helado de cookies nos quitaron el sueño. Prendimos fuego a nuestros deseos y a la segunda conseguimos hacerlos volar. Los enemigos se hicieron íntimos y a ritmo de petardos llegó el 2009. Once uvas del tamaño de melones caóticamente repartidas, quemaduras de segundo grado y un triunfal patinazo son los recuerdos más auténticos de esa noche tan especial. Y quizá sea tanta improvisación o quizá el dejarse llevar... pero los deseos se cumplieron. Y puede que sean ese tipo de momentos los que de verdad merezca la pena aprovechar y que el inicio de año más divertido que recuerde marcase el resto del 2009.
Y de "Vodka" y su bajón no me olvido. Ni la fondeu de chocolate que nos hizo populares aun a pesar de las peleas por ofrecerle mandarina. Pero lo siento, Naive y su nariz comezaron el año encerradas en el montacargas y Steffen siempre será de nuestra Nina. Y punto.
Que todas las Nocheviejas sean como esta.