las 8.30 de la mañana del primer sábado de Semana Santa. Plaza Cataluña y Paseo de Gracia. Las calles vacías. Es sin duda una primera impresión equivocada. Barcelona se va llenando a medida que pasan las horas y yo me voy dando cuenta de lo que va a suponer este viaje, de lo que me había perdido.
Parece a veces que la vida te va guiando sin que te des cuenta, como si fueras una balsa en el mar guiada por la corriente. No hablo de destino, son las circunstancias. Como el que siempre acabe con un libro que tenga algo relacionado con alemania en las manos, con la IIGuerra Mundial o el Holocausto Judío. Son las preferencias. Como que siempre acabe viendo una peli romántica por muy previsible que sea su argumento y compre billetes para viajar a una ciudad que me encanta varias veces, teniendo mil sitios más por conocer.
De eso se trata. Barcelona era solo eso, un nombre, una ciudad más para mí. Desconocimiento absoluto que me mantenía a la distancia suficiente de sus calles como para no sentir una atracción especial por ellas.
Normalmente uno tiende a generalizar y a clasificar. Todos tenemos preferencias y tienen mucho que ver con nuestros orígenes, con nuestra infancia. Suelo decir que el Sur me tira, que Andalucía tiene algo que me lleva allí, que conozco mucho, y me queda mucho por conocer. Que no hay nada como el olor de los naranjos de Córdoba, que las playas de Cádiz no tienen igual...
Pero en el fondo se que no es cierto. No es cierto que prefiera el Sur al Norte. Se trata del momento, de saber que necesitas verde o amarillo.
Barcelona encontró su momento en Semana Santa. Ciudad de diseño, de modernidad, de avance.
Barcelona de gentes, de amabilidad, de civismo. Sol radiante de primavera que nos acompaña en nuestro viaje. La Diagonal, la mejor tienda de Natura que he visto jamás, el Bocí, lugar de diseño a buen precio donde desayunar o tomar algo es un delicia... Mil y un lugares que descubrir, que disfrutar. Barcelona de Mar
Barrio Gótico, Santa María del Mar, los bares de tapas, el Palau de la Música... y lo que me dejé.
Vuelvo. Eso seguro.
Sabor dulce de una despedida por poco tiempo, de una ciudad encantadora, que encontró su momento.
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