18h. Metro Sevilla. Nada más salir del vagón, cuelgo alrededor de mi cuello la cámara y me dejo seguir por lo que se intuye ya; por los grupos de gente que tiene todas las ganas de ser oída y que llevan el kit del manifestante a punto (o en este caso del "concentrado"), es decir, cacerolas, megáfono, panfletos, carracas y todos los derivados ruidosos.
Ya en la calle sigo a una amable chica bajita. No me hace falta preguntar nada, su camiseta lo dice todo: "Por una Educación Pública y de Calidad". La tarde huele a primavera y suena a protesta.
De repente... unos amables policías me indican que el tomate está abajo y yo rápidamente me doy la vuelta y me digo: "Rocío, estás aquí para hacer fotos, no para analizar lo bien que les quedan los pantalones de uniforme a las fuerzas de la autoridad"
Calle abajo veo como el público de un festival de fin de curso o Navidad se encuentra allí, frente a la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid para reclamar lo que consideran es un derecho que el próximo Decreto de Mínimos vulnera. Y no sólo los incansables padres están allí, los "clientes" de los coles y escuelas infantiles están también presentes en lo que, seguro, consideraban un juego más, sólo que esta vez, jugaban con cientos de personas más.
Me muevo entre la gente, me deslizo como puedo esquivando empujones, todo para sacar la mejor foto. Y no es fácil.
Me subo a lo que se parece un poyete con un gracioso arbolito despeluchado al final de la tarde por los maquiavélicos (y poco ecológicos) niños, y noto como mientras voy a apretar el botón de la cámara, intuyo que el palo de una colorida pancarta se dirige hacia mi cara... Puf!! Por los pelos! Quién dijo que esto iba a ser fácil? Tener que tratar con padres, niños y profesores en su versión más reivindicativa es duro, doy fe.
Me bajo habiendo sacado la foto y trato de pasar al otro lado de la calle. Se trata de atravesar un pequeño alto, en principio despejado. En principio, porque al llegar al borde me topo con tres niños sentados. Sus pequeños cuerpos desestabilizaron todo mi equilibrio y tuvo que ser la mamá de uno de ellos la que me agarrase del brazo para no darme la torta del siglo. Ayyy... las mamás...qué grandes personas!
Disfruto bastante, la tarde transcurre y todo el mundo es muy amable. Cuando pienso que es el momento de marchar, y después de retener mis impulsos de gritar por lo que considero indignante (porque yo iba solo a hacer fotos) una mujer se sube al pivote en el que estaba y se pone a salar a mi lado... con el niño en brazos. El cuadro es interesante: menos de un metro cuadrado, la mujer con el niño (bastante crecidito, por cierto) saltando y yo intentando hacer otra foto. Me siento orgullosa de haber aguantado ahí al menos diez segundos, porque la mujer caía sin control sobre mi pie una y otra vez, y mi estabilidad dijo basta.
Sin boli, sin sensibilidad en los pies, con el colorcillo del sol en la cara, y montones de fotos abandono la concentración. Eso sí, después de ver a dos chicos vestidos de Espe, en bata y cantando una especie de chirigota bastante graciosa...
qué gusto da manifestarse!
Ya en la calle sigo a una amable chica bajita. No me hace falta preguntar nada, su camiseta lo dice todo: "Por una Educación Pública y de Calidad". La tarde huele a primavera y suena a protesta.
De repente... unos amables policías me indican que el tomate está abajo y yo rápidamente me doy la vuelta y me digo: "Rocío, estás aquí para hacer fotos, no para analizar lo bien que les quedan los pantalones de uniforme a las fuerzas de la autoridad"
Calle abajo veo como el público de un festival de fin de curso o Navidad se encuentra allí, frente a la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid para reclamar lo que consideran es un derecho que el próximo Decreto de Mínimos vulnera. Y no sólo los incansables padres están allí, los "clientes" de los coles y escuelas infantiles están también presentes en lo que, seguro, consideraban un juego más, sólo que esta vez, jugaban con cientos de personas más.
Me muevo entre la gente, me deslizo como puedo esquivando empujones, todo para sacar la mejor foto. Y no es fácil.
Me subo a lo que se parece un poyete con un gracioso arbolito despeluchado al final de la tarde por los maquiavélicos (y poco ecológicos) niños, y noto como mientras voy a apretar el botón de la cámara, intuyo que el palo de una colorida pancarta se dirige hacia mi cara... Puf!! Por los pelos! Quién dijo que esto iba a ser fácil? Tener que tratar con padres, niños y profesores en su versión más reivindicativa es duro, doy fe.
Me bajo habiendo sacado la foto y trato de pasar al otro lado de la calle. Se trata de atravesar un pequeño alto, en principio despejado. En principio, porque al llegar al borde me topo con tres niños sentados. Sus pequeños cuerpos desestabilizaron todo mi equilibrio y tuvo que ser la mamá de uno de ellos la que me agarrase del brazo para no darme la torta del siglo. Ayyy... las mamás...qué grandes personas!
Disfruto bastante, la tarde transcurre y todo el mundo es muy amable. Cuando pienso que es el momento de marchar, y después de retener mis impulsos de gritar por lo que considero indignante (porque yo iba solo a hacer fotos) una mujer se sube al pivote en el que estaba y se pone a salar a mi lado... con el niño en brazos. El cuadro es interesante: menos de un metro cuadrado, la mujer con el niño (bastante crecidito, por cierto) saltando y yo intentando hacer otra foto. Me siento orgullosa de haber aguantado ahí al menos diez segundos, porque la mujer caía sin control sobre mi pie una y otra vez, y mi estabilidad dijo basta.
Sin boli, sin sensibilidad en los pies, con el colorcillo del sol en la cara, y montones de fotos abandono la concentración. Eso sí, después de ver a dos chicos vestidos de Espe, en bata y cantando una especie de chirigota bastante graciosa...
qué gusto da manifestarse!
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